jueves, 30 de octubre de 2008

Necio pelotudo


Esta mañana me encontré con fragmentos del libro Tiempo de despertar (Editorial Planeta), del psicoanalista Carlos D. Pérez, publicados en Página12. Allí el autor hace una distinción entre cuatro tipologías: Boludo, Pelotudo, Necio, Cínico. Desde lo particular, creo que se puede combinar varias categorías a la vez, pero considero que el mix Pelotudo & Necio (o Necio Pelotudo) es definitivamente el más peligroso de todos.

Pelotudo

Reducido a una frase, sería como decirle a alguien: “No te hagas el boludo, ¡pelotudo!”. Roberto Fontanarrosa, en célebre intervención en un Congreso de la Lengua, distinguió en “pelotudo” un énfasis especial; para continuar la línea fontanarroseana, agrego que “boludo” carece de énfasis. El pelotudo no tiene derecho a la ignorancia, estratagema a veces hábil que este personaje esgrime como salvoconducto.

Al decirse aquello de “sólo sé que nada sé y por eso algo sé, que nada sé”, Sócrates instaló el dispositivo de su filosofía, y cuando en un destello de lucidez alguien exclama ¡pero si soy un pelotudo!, instantáneamente se vuelve filósofo, y si no lo hace por sus propios medios debiera agradecer a quien ejerza la mayéutica socrática desenmascarando su pelotudez. Por algo se empieza; aquel griego nos enseñó que es el modo de empezar.

Necio

El necio, en cambio, es un obcecado con su pelotudez. Incapaz de conciencia socrática, convierte la banalidad en creencia y declama pelotudeces como verdades consagradas, a riesgo de cometer estragos. Mientras el pelotudo es inofensivo, el necio ofende, pero si le discutimos corremos el riesgo de colocarnos en posición simétrica, ventilando secretas necedades; en esto encuentro la inteligencia del refrán que contrapone oídos sordos a palabras necias.

Cuando la convicción del necio adquiere mayor relevancia, desemboca en el fanatismo. Fanático es quien, enarbolando como cualidad su propia limitación, apunta a la militancia social. La necedad es personal, el fanatismo ama lo masivo. Hitler, con su creencia fanática en la superioridad de la raza aria, fue un necio que congregó multitudes. Porque el necio libra con unción su guerra individual, pero llegado al fanatismo se embandera con su “causa” e incita con sus argumentos. No sé si el necio, sobre todo el fanático, muere por su bandera, pero es capaz de matar por ella.

lunes, 27 de octubre de 2008

Juan Cruz Ruiz dice:


Esta bien que se discuta ésto: "Internet banaliza a los medios" (entrevista a Juan Cruz Ruiz publicada en Clarín que a continuación reproducimos completa).

Hace rato que usted viene diciendo que Internet está banalizando al periodismo, ¿por qué?
Yo tengo una reflexión que me hago a mí mismo, una pregunta: 'Por qué la prisa, de llegar antes, debe estar reñida con el rigor? Reviso más lo que escribo para el periódico que para mi blog, y eso no debería ser así. 'Las reglas del periodismo ya no valen? 'Ya no valen para Internet? 'Tampoco valen para el periodismo? El periodismo está siendo contaminado por la apariencia de que todo da igual.

¿Reniega entonces de que cualquiera produzca contenidos que puedan ser tildados de periodísticos?
No todos están preparados para hacer periodismo, igual que no todo el mundo está preparado para operar de cataratas. Internet está lleno de rumores de infidencias y de calumnias y todavía no se hace nada para evitarlos. Yo voy al médico y creo en él, sería una locura que saliera del consultorio diciendo 'mmm, me parece que éste me ha engañado'. Eso pasa en Internet, y es una verdadera locura.

Pero en todo caso parece un fenómeno imparable, cada vez son más los usuarios que producen contenido...
Es cierto. Pero le llamamos contenido porque existe la palabra, pero tú entras a Internet y ves la calidad de esos contenidos y ves que a los chicos que les sobra entusiasmo, pero les falta información, les falta lectura, por lo tanto les falta sintaxis...

¿Qué cambió en nuestra formación para que usted, que fue un periodista precoz (arrancó en las redacciones a los 13) diga esto?
Fui un periodista precoz, pero yo era un periodista deportivo. Y luego fui un periodista literario y después fui un periodista todo terreno. Pero mientras tanto, tenía unas carencias enormes, que me suplían las personas que estaban encima mío. Ellos me iban diciendo, guiando. Es decir, el aprendizaje nunca acaba.

Ahora, uno de los beneficios de Internet es la ubicuidad, ¿cuál es el sentido de seguir trabajando en tamañas redacciones?
Hacemos el periodismo del Siglo XXI con algunas herramientas de la edad media. Pero el periodismo de por sí es alocado, o sea que no tiene lugar, no puede tener lugar. Y menos tal como están hoy las tecnologías del periodismo. Yo puedo estar en la Patagonia y escribir de un partido Barcelona – Basilea, claro.

Hay varios ejemplos que muestran cómo Internet permite reciclar la información, ¿serán menos efímeras las noticias?
Internet permite almacenar, dudo que permita recordar. Hay un enorme almacén y hay cosas vivas, pero no se si están tan vivas. Cuando acaban de ser publicadas, también en Internet, quedan ahí para la curiosidad mundial, pero me pregunto si hay tantos curiosos. Se vuelve porque necesitas algo, pero no vuelves a vivir las noticias. Las noticias son como siempre fueron, para envolver el pescado, Internet no tiene todavía esa utilidad, tal vez algún día...

¿Y cómo ve la asimetría en el dominio tecnológico que se interpone cómo barrera generacional?
Eso pasó siempre. Cuando Gutenberg creó la imprenta seguro que existían unos impresores jovencitos que le explicaban a los mayores lo que tenían que hacer. Yo creo que al periodismo le ha afectado de momento para mal. Se han rejuvenecido, pensando que esta nueva sangre tiene que marcar el futuro, y yo creo que una sabia combinación de experiencia y juventud, como siempre ocurrió, terminará siendo lo mejor, como siempre ocurrió.

Pero hasta los códigos son otros, el cambio cultural es muy grande. Los chicos, por ejemplo, sienten al chat y a los mensajes de texto mucho más cerca de lo oral que de lo escrito...
Es un peligro que la gente crea que lo escrito puede ser oral. Lo escrito tiene sus reglas, si yo leo que alguien escribe Ke, digo que no es serio. Han cambiado los soportes, los instrumentos para ver las cosas pero una película es una película. Entonces, por qué nos empeñamos en creer que el periodismo tiene que variar, por qué no puede ser como el cine, una historia bien contada.

Tal vez porque las audiencias cambian velozmente y los periodistas, los medios de comunicación no hemos inventado nada. Ni los blogs ni Google ni Facebook ni Wikipedia...
A lo mejor es el tiempo en que Internet se imponga como fenómeno de comunicación, y los periódicos empiecen a bajar. Yo deseo que no. La capacidad de reflexión que los periódicos tienen sobre lo que la sociedad es no tiene parangón excepto en los libros. Y yo pienso que en efecto los periodistas deberíamos inventar algo, pero a lo mejor nos sucede como a Cortázar que en uno de sus cuentos puso a sus personajes a inventar la mejor manera de desplazarse y la mejor idea fue la siguiente: ir a pie.

viernes, 24 de octubre de 2008

De estos días


Por Ariel Cappelletti

La señora y el almacenero se hacen eco de las noticias: sus caras denotan la lógica de preocupación. Los canales que cambia el aprendiz de almacenero, aunque hablen diferente, en el fondo dicen lo mismo.

-¡Qué horror!-, exclama la señora, mientras le vomitan descaradamente estadísticas de inseguridad.
-¡Hay que matarlos a todos!-, grita indignadísimo el pequeño (muy pequeño) comerciante; se ha olvidado de la presencia del resto de los presentes en su pequeño local de artículos comestibles.

Me hago el gil...

-¿No te parece nene que tengo razón?- me inquiere el cordero de Dios, disfrazado de intermediario de productos frescos (aunque sospecho que algunos han caducado).
-No-, respondo indiferente. -La muerte vale para la tele sólo si sos un profesional respetable-.

Por supuesto, para el almacenero el comentario no tuvo el peso de una revelación, pero no pudo decir nada; sonrió amable y preguntó: "¿Qué vas a llevar?".

miércoles, 22 de octubre de 2008

Enemigos de la liturgia


Por P.E.*

Vinos "25 años de democracia", boinas blancas, pins del radicalismo, posters de Alfonsín: esos eran algunos de los souvenirs que podían conseguirse en la Convención Nacional de la UCR, que se realizó el fin de semana pasado en la ciudad cordobesa de Mina Clavero. De inmediato se piensa en la liturgia: escudos, imágenes, frases; todos símbolos, puntos nodales, significantes flotantes de la historia política partidaria argentina.

La segunda profesionalización del periodismo producida en los 90 -la primera fue aquella inaugurada por Natalio Botana, para poner un título-, convirtió al periodista en noticia. La inversión es una de las principales responsables de que los medios salieran a combatir la liturgia. Está claro, el dirigente político resulta una clara competencia por el protagonismo que auguran distintas firmas, que funcionan más allá de los acontecimientos: sólo quieren asegurarse salir en la foto.

Esa liturgia -peronista o radical-, en los últimos 25 años fue permanentemente combatida; primero, por los que alguna vez, lúcidamente, Bonasso catalogó "neodemocráticos"; después, por aquellos enamorados del márketing myself, concepto que intenta destacar un estilo periodístico al que no le preocupa demasiado el proceso constructivo (literario, por qué no) de una nota, sino que simplemente quiere figurar. ¿Inconscientemente? ese tipo de periodismo es el principal enemigo de los símbolos partidarios. Cómplices de la "antipolítica" reclamada por Doña Rosa, determinados medios de comunicación se convirtieron en un actor que pretende el fin de la liturgia.

"Aparato", "punteros", "micros", "choripan", "populismo" son algunos términos utilizados para descalificar prácticas identitarias que, en definitiva, fueron fundamentales para la construcción política de un Estado-Nación inclusivo.

*publicado originalmente en Hacia el Bicentenario.

martes, 21 de octubre de 2008

6 de agosto de 2006


Por Gonzálo Méndez

Eran las dos de la mañana. El ensayo había terminado. Las llamadas también. Estaba listo para ir a dormir cuando de repente me surgió la idea de sentarme a escribir. Ni bien empecé a hacerlo una simple pregunta se hizo presente: ¿qué soy? Estas dos palabras entre signos de interrogación, recurrentemente, aparecían ante mí. Me preguntaba si era yo el que escribía o el que pensaba para escribir. Quería saber si ese que escribe con sus manos es el mismo que piensa. Una y otra vez me decía a mi mismo: “Estas manos que golpean estas teclas, en las que unas letras están inscriptas, ¿son mías? Este cuerpo que está acá sentado, ¿soy yo? ¿Puedo afirmar que esas manos, brazos, cabeza y la suma de partes que suele llamarse cuerpo me pertenecen?” También, me incomodaba el hecho de saber si era yo mismo el que pensaba para escribir. Porque muy bien podría una fuerza lejana y Alta dictarme lo que tengo que pensar. Otra vez me dije: “¿No estoy siendo muy ambicioso cuando digo que pienso y luego que escribo?”. En definitiva, ¿podía establecer con seguridad absoluta que era una cosa que piensa? Llegado a este punto –al igual que ustedes– me encontraba aún más confundido que cuando me había sentado a escribir frente a esa vieja y pálida pantalla. A esta altura no sabía si era un cuerpo que escribía o una razón o alma escribidora, que pensaba por si o por un tercero más Grande. Cada vez que miraba las cosas que me rodeaban me parecían aún más extrañas. Si antes de aquella pregunta, esas cosas del mundo, me habían parecido inaccesibles e inabarcables, a partir de ella, eran ahora para mí absurdas y las encontraba vaciadas de sentido. Incluso, ya no podía reconocer ese cuerpo que al principio pensaba mío y tampoco ese pensar que también creía que me pertenecía. Otra vez y con desesperación me preguntaba: “¡¿Qué soy?! ¿Soy un cuerpo o un alma pensadora? ¿Soy una mezcla de esas dos?” Me contesté: “No, no soy ni una ni la otra, ni tampoco la tercera; creo tan solo ser, y ser el tiempo que sea siendo. Pero, ¿qué es el tiempo?...” Esos ojos que creía míos se empezaban a cerrar y los bostezos eran cada vez más ensordecedores. El cansancio era manifiesto. Mi objetivo se había cumplido. Eran casi las tres de la mañana. Necesitaba un buen descanso.

martes, 14 de octubre de 2008

Hacia el bicentenario


http://haciaelbicentenario.blogspot.com/
Otro espacio periodístico literario: ¡miralo acá!

viernes, 10 de octubre de 2008

Fe


Por Gonzalo Méndez

La escalera que subo me lleva hasta una habitación amplia, repleta de personas que aguardan, agazapadas, el exacto momento, el instante adecuado para actuar. Un poco más arriba, cerca del techo y al fondo, suena la música, que pasa inadvertida, desapercibida. Flota en el aire al compás de cuatro televisores que esputan imágenes vacías y aterradoras de una escrupulosa realidad. Una realidad que no hace más que ser y que se derrama al ritmo de las páginas volteadas, unas después de otras, por la chica que está sentada por allá.

De repente me doy cuenta que estoy ahí y que soy parte de todo eso; veo como esa cara suave, infestada de las fotos coloridas de la revista Gente, observa hojas caer y acumularse unas sobre otras. Hay algo que conecta todo, que une los movimientos y las acciones del mundo; la escalera de la música, los televisores a las páginas; y que me encastra a mí con ellos en un ir y venir. Creo.

lunes, 6 de octubre de 2008

"Tan fugaz como tu garzo"


Por Ariel Cappelletti

Transcurre el año 2060. Un grupo de prestigiosos y selectos historiadores, graduados de la extinta Universidad Pública de Buenos Aires( privatizada décadas antes por la gestión de Daniel Hadad), se encuentran realizando la exégesis de los blogs de Internet más importantes de la historia de Internet. Grata es la sorpresa de Ángelito Cappelletti, el más novel de ellos. En la repartija de los 10 mejores blogs que ha sabido ofrecer la Net a los avezados internautas, le ha tocado http://www.malonliterario.blogspot.com/. Recuerda Ángelito, que el blog que le ha tocado describir y analizar, ha dado al gran mundo del Periodismo y aledaños, enormes contribuciones. Con sus más de 80 años, el creador del mismo, el Señor Patricio E. dirige uno de los multimedios más importantes de Latinoamérica, y es un acaudalado empresario, además de ser un reconocido escritor. Otro de los colaboradores del extinto blog, es Mariano C., a quien la crítica Cinematográfica considera uno de los directores de cine más innovadores de la historia del cine.

Ángelito, de jóvenes 23 abriles, recuerda el resto de los hacedores de Malón literario, como Ignacio M, quien actualmente ostenta un cargo de vocal suplente en el malogrado Banfield, descendido a la cuarta categoría del fútbol argentino, por sus constantes denuncias comprobadas de sobornos a Refeeres y jugadores. Lamenta que su abuelo Ariel, no esté vivo, ya que disfrutaría de la situación del club rival de Talleres, el amor más grande de su abuelo, y suyo también, que luego de 110 años, ha logrado recuperar su posición de privilegio en la máxima categoría del fútbol argentino, y no sólo eso, ya que pelea el Campeonato, y tiene chances de clasificarse a algunas de las copas Internacionales.

En plena labor de sus tareas, grata es la sorpresa cuando Ángelito descubre que su abuelo Ariel, fue parte fugaz de Malón Literario. Se queda sorprendido, ya que Ariel jamás se lo mencionó. Su abuelo era muy modesto. “Habrá preferido no decir nada”- pensó Ángelito. Una mezcla de orgullo y satisfacción inflan el pecho de Ángelito, que manda a la mierda las rigideces de la investigación académica, y con pasión empieza a revisar los archivos de uno de los blog más importantes de la historia de Internet. Encuentra una de las notas del extinto abuelo. Tiene fecha de los primeros días de Octubre de 2008 (¡¡¡ cuanto tiempo ha trascurrido!!!).

Por título lleva “Tan fugaz como tu garzo”. Ángelito cree adivinar que “garzo”, es una palabra de moda en aquellos tiempos. Comienza a leerla: “Resulta increíble que una mujer, por llenarle la jeta de saliva a un salame, disfrazado de jurado, acapare la atención de los Medios de Comunicación, como si fuera la visita del Papa ( gracias Benedicto por quedarte donde estás). No importa Sabrina, yo te conozco desde hace unos años. Un día durará tu fama. Si estás leyendo esto –cosa que no creo-, te recuerdo quien eras. Si, te recuerdo. Yo era un poco más joven. Tendría unos 10 años menos que ahora, aún no llegaba a los 20. Pero es muy difícil olvidarse de una yegua de tu calibre. Vos ensayabas con Primeras Impresiones en una sala de ensayo de Remedios de Escalada, mi ciudad querida. Hacías una onda Marilyn Manson, algo así sonaba tu ex banda, incluso nos contaste una vez que lo/la talonearon en una de sus visitas. Los pibes no te olvidamos. Es más te queríamos, antes de que te arruinaras con esos kilos de silicona y los estiramientos que te has dibujado en la jeta. Yo te conocí distinta. Eras muy flaca, de hecho tu cintura era la de una quinceañera, y tus pelos rojos, revueltos, combinados con los espasmódicos movimientos de los que hacías gala en los ensayos, nos hipnotizaban desde atrás del cristal de la sala. Por no mencionar tu culo parado, y metido dentro de un diminuto pantalón de cuero. ¿Que quedó de aquello?... Nada. Ojalá Sabrina que descartes al punki de cotillón que tenés al lado, y te olvides del jurado y de la fama efímera: tan fugaz como tu garzo”.

El abuelo de Ángelito es historia, y la tarea de Ángelito ha pasado a un tercer plano. Lo que interesa resaltar al fín, es que 50 años después -piensa Ángelito Cappelletti- “showmacht” encabeza las mediciones de audiencia en el canal RETRO.

jueves, 2 de octubre de 2008

El Viaje


Por Gonzalo Méndez

Como todos los días, el reloj despertador rojo sonó a las ocho y media; los mismos cinco sonidos de ayer se repetían hoy con idéntica frecuencia. Un rápido movimiento de la mano derecha de Emanuel apagó el reloj, que había quedado apoyado sobre un libro abierto de Albert Camus. Emanuel se levantó de la cama y salió de su habitación.

En la cocina, sentado en un banco, desayunó sin reparar en lo que comía y bebía; después bajó las escaleras de su casa y caminó hasta la parada del colectivo. Con una bufanda gris y gruesa alrededor de su cuello intentaba combatir y amortiguar el frío que castigaba los cordones de la Avenida Santa Fé. Hurgó en el bolsillo derecho de su saco negro talle 58, comprado por su ex años atrás, y encontró unas monedas de curso legal que le servirían para pagar el viaje. Las contó con tranquilidad; tenía justo noventa centavos. Alzó la vista y extendió su brazo derecho con suavidad; el colectivo se detuvo.

Subió de a uno los escalones del estribo, saludó al chofer y pagó su boleto. Levantó su cabeza y miró hacia el fondo: un asiento libre en la fila de a dos. Se sentó en él y encendió su reproductor de mp3, mientas cerraba sus ojos lentamente. De repente, los párpados dejaron al desnudo las dos grandes esmeraldas de Emanuel, quien observó que el colectivo estaba a punto de doblar por la calle Maipú, dejando a un lado, y detrás, la plaza San Martín.

Fue en ese instante –después de girar– cuando dos personas que viajaban con rumbo, pero sin saber sobre el destino, se levantaron al mismo tiempo (al unísono); crearon en el tiempo y en el espacio una armonía con perfección musical. Un haz de sensaciones estremeció a Emanuel.

Aunque aturdido, en seguida escuchó (a pesar de los auriculares que llevaba puestos) un murmullo y una voz tenue que decía permiso; luego el timbre. El colectivo se detuvo por unos segundos y Emanuel giró su cabeza hacia la derecha; alcanzó a ver, a través de la rota ventanilla, una mujer que sonriente doblaba por la esquina. Emanuel pensó y volvió a pensar…

El colectivo continuó avanzando hacia un lugar y ninguno. Atrás quedaba un volquete repleto de escombros, un hombre que esperaba parado a un encargado, un pibe de un delivery, y las personas que iban y venían. Un escalofrío recorrió fugazmente el cuerpo de Emanuel; entrecortado inspiró y exhaló. Sintió, por fin, algo. Y decidió, de inmediato, que ese día no iría, que ya no volvería.

Emanuel se puso de pie, pidió permiso y tocó el timbre; la puerta del 17 se abrió y, cuando el colectivo aún estaba en movimiento, se tiró. Mientras tanto, otro reloj empezaba a sonar en otra habitación.