sábado, 21 de marzo de 2009

Gigante solitario


Por Patricio Erb

No es necesario leer demasiada historia universal para conocer que Estados Unidos tenía una política internacional aislacionista hasta la Segunda Guerra Mundial. Consideraba que su desarrollo imperial sólo podía ampliarse hasta los países latinoamericanos, los cuales eran adjuntados como parte virtual de su nación (ver la doctrina "Monroe"). Luego, las consecuencias de la Gran Depresión del 29 obligaron a los yankis (nunca a los estados confederados del Sur) a involucrarse de lleno en una guerra de la que sólo pretendían ser proveedores de armamento. La posibilidad de perder mercados en Europa en manos de la Alemania hitleriana impulsó a Roosevelt (tras el anunciado ataque a Pearl Harbor) a intervenir en un conflicto que lo colocaría como principal referente del capitalismo occidental.

Pero la intención no es hablar de historia, sino cómo la política aislacionista influyó en el desarrolló socio-cultural de Estados Unidos. En la actualidad, aunque posea ciudades de las más cosmopolitas del mundo (nunca olvidarse de que Estados Unidos, antiguamente colonizado, se constituyó con mayoría de inmigrantes), los gringos no dejan de poseer una postura solitaria. No importa que sean el país más poderoso del mundo y que hoy ese mundo dependa de su funcionamiento económico. Llegar a Estados Unidos es pisar otro planeta. Aunque la clase media internacional de la que habla Renato Ortiz está presente (marcas de ropa y fast food recocidas), la individualidad de USA llama la atención. En la calle 12 y Broadway, donde está la movida bohemia y cultural de Manhattan, se erige una de las librerías más grandilocuentes que me encontré en la vida.

“Strand Bookstore” es como si la feria de libros de Parque Rivadavia estuviera en un solo edificio destartalado. Tres pisos de títulos nuevos (con importantes chequeados descuentos) y usados (casi regalados), que no invitan para nada a que sean disfrutados por sujetos que no vivan en suelo norteamericano. Esto no tiene que ver con la rica variedad de autores (no esperes encontrar a Cucurto, con todo el afecto o indiferencia que se le pueda tener), sino con la imposibilidad de buscar algo en un mar revuelto. El aislacionismo yanki aquí es la grandilocuencia única que tienen sus tiendas, una escala totalmente desconocida por el resto de los terrícolas occidentales. La abrumadora cantidad de libros, las bibliotecas de cinco metros de alto y la permanente cantidad de gente es propio de una forma estadounidense que rechaza el intimismo europeo adoptado, en gran parte, por los países latinoamericanos. En lo imponente (sean square feet de librerías, edificios o cadenas de starbuck) es donde se mantiene la cultura aislacionista de un país que nunca quiso exportar cultura, sino que sólo quiere ganar mercados, algo que definitivamente no es lo mismo.