viernes, 7 de noviembre de 2008

Taxi driver


"Actitud judía", "odio a los nazis", "hace más de 12 horas que ando arriba del auto". En los últimos siete días me tomé tres taxis. A ninguno le di charla, sin embargo los tres chauffeurs (como le gustaba escribir a Bioy) me sacaron conversación. Generalmente me divierte escucharlos seriamente, en silencio, asintiendo a todo lo que dicen. Me gusta mostrarme de acuerdo con sus posturas, siempre fundamentalistas, militantes, propias de una persona que escucha todo el día una voz que le ataladra la oreja: la radio (cualquiera sea). El primero lo tomé en diagonal norte (altura Florida) un viernes a medianoche; fue gracioso: estaba dejando un mensaje a la radio. "Nunca me los pasan al aire", se me quejó. Provocaba con su antisemitismo. Por supuesto: me hice antisemita por 15 minutos. Total: el tipo no sabía mi apellido, si lo supiera tal vez me preguntaría: "¿Sos rusito vos?". Charlamos de la eugenesia; también hablamos de Mengele ("si no fuera nazi le hubieran dado el Nobel", dije). Intenté horrorizarlo con otras afirmaciones de ese estilo, no pude. Al segundo tacho me subí el sábado tipo 22; lo tomé en Belgrano (y Defensa, creo). Era un viaje corto (cinco minutos máximo). No sé cómo el conductor me recibió con un "odio a los nazis". De inmediato me hice militante anti Auschwithz (¿es necesario militar contra eso?). Charlamos del horror del nazismo, de la monstruosidad de Hitler, como si fuera un extraterreste. Acá no valía hablar del estado de excepción o de biopolítica; los nazis, al igual que los milicos acá, se despertaron un día con ganas de cometer un genocidio... Y punto. Finalmente el martes me tomé el último tacho; increible: el chabón no estaba loco. La empresa de radio taxi lo había suspendido una semana (le cortan el radio llamado) porque se "esconden" en una calle cerca de la terminal radiofónica (zona de donde llegan más pedidos), para ser los primeros en levantarlos. Claro que durante el viaje de casi media me contó, interesantemente, cómo funcionaba el servicio. No me sorprendió que sus propios colegas fueran los primeros que denunciaban la "trampita" que llevan adelante algunos taxistas. Sin embargo el boncha, más allá de que hacía más de doce horas que estaba arriba del auto, estaba contento porque estos días que salía "sin radio" no tenía que estar vestido de camisa y corbata, y podía escuchar tranquilo reggaeton.