Sobreviviente de un campo de concentración japonés en China durante la Segunda Guerra Mundial, de un futuro sumergido en las miserias de una técnica descontrolada, de viajes psicodélicos por África, de accidentes automovilísticos orgásmicos, de chicos obsesionados por la violencia del aburrimiento, de una clase media entumecida por el confort farmacológico, de los fundamentalistas del aire acondicionado, J.G. Ballard finalmente pereció ante el cáncer. "En la edad media nadie moría de cáncer, sólo morían", comenta un amigo. Bueno, murió Ballard, simplemente murió.