jueves, 22 de noviembre de 2007

Me niego


Reitero: me opongo a que esto se transforme en un diario íntimo, sin embargo para esta fecha tendríamos que tener nuestra página de ML. ¿Es posible aún? Pienso que sí. Sigo de mudanza. Sigo corroborando la imposibilidad de vivir sin internet, sin teléfono fijo. En mi anterior casa no lo usaba, pero su sola ausencia me produce angustia. Ahora mismo, en el """""fragor""""" del laburo sólo se me ocurre escribir de política, aunque como no tengo nada interesante para decir (que tenga que ver con la línea editorial -olvidada- del blog) prefiero llamarme a silencio. En mi mochilla llevo un libro de Henning Mankell que se convirtió en mochila.

-¿Qué estás leyendo?- me preguntó una cumpa de la facu que miró curiosa mientras sacaba un apunte de la mochila.
-Un policial sueco- contesté.
-¿Qué tal es?-
-Demasiado sueco- dije.

Siempre me gustaron los policiales; tanto los del estilo carne como los intelectivos (aunque con mucha predilección por los primeros). Mankell es un policial psicológico con pretensiones verbales. En "El hombre sonriente" el inspecto Wallander es un depresivo, un tipo triste que, sin embargo, se embarca en el bardo, en el barro... en el quilombo. Pese a las intenciones del autor, Wallander siempre queda envuelto en la tristeza de un chabón al que el bocho no para de atormentarlo.

Podría recomendarlo; se escucha interesante decir que uno lee policiales suecos, pero tengo que decir la verdad: el libro es un ladrillo. Quiero terminarlo para ver qué pasa... ¿Ese es el fin de los libros? o ¿El fin de los libros es que te apasionen? Bueno, eso lo veré otro día.