lunes, 28 de abril de 2008

Dr. Jekyll, Mr. Hyde


Por Mariano Carrizo

Control (Control, Inglaterra, 2007)
Director: Anton Corbijn
Guión: Deborah Curtis, Matt Greenhalgh
Intérpretes: Sam Riley, Samantha Morton, Alexandra Maria Lara


Dos cosas, ya que estamos, para empezar con el tema del dualismo. Primero, cuando uno va a ver una película y tiene la suerte de no cruzarse con una crítica o una nota como ésta comentando lo que a alguien le pareció sobre un determinado film, suele prefigurarse lo que va a ver. Eso me sucedió con Control, la biopic de Anton Corbijn (fotógrafo de varias bandas de rock y director de varios videoclips con circulación neta en la MTV de Ruth Infarinato) que da cuenta de la vida de Ian Curtis, el cantante de Joy Division que se suicidó en 1980. Antes de ver la película me imaginaba que iba a asistir a un intento complejo de retratar la angustia que sentía Curtis y sus motivos para querer dejar de existir. Como fan de medio pelo de la banda había leído algunas cosas sobre la banda y tenía, como referencia cinematográfica, el racconto lateral sobre la muerte de Curtis y la historia de Joy Division que aparece en 24 Hour party people de Michael Winterbottom. La música, sus letras, los ataques epilépticos de Curtis y sus actuaciones en vivo dejan la puerta abierta para maquinarse acerca de qué es lo que hace que alguien se sienta tan atormentado y agobiado por su propia existencia.

De algún modo, la película de Corbijn me sorprendió. Más allá de navegar entre la estética bucólica de las calles de la Macclesfield natal de Curtis y las ríspidas paredes que acunaron la corta vida de Joy Divison en Manchester, la película construye un subterfugio hacia la ternura y cierta calidez, fugaz por cierto, en la figura del protagonista. No es un dato menor que quién fuera la esposa de Curtis sea co-guionista. El inicio de la relación entre Deborah e Ian es, al mismo tiempo, el punto de partida que elige Corbijn para contarnos algo de la vida de Curtis. Casi no hay referencias significativas respecto a Joy Division y su propia historia. La película se centra en el aspecto, digamos, humano de Curtis. Era un tipo común, me sorprendí. Se enamoró, se casó, tuvo una hija siendo muy joven, se debatía ante la imposibilidad de llevar adelante una vida “normal” entre su trabajo en una oficina pública y su vida como músico, se sentía terriblemente culpable al enamorarse de una seguidora de la banda, lo cuál lo convertiría en un infiel que no soporta la idea de dejar a su familia. Como un idiota, pensé luego, ¿no había nada más? Curtis se hizo las mismas preguntas que muchos se hacen, aunque, probablemente, se las haya respondido de distinta manera, o siquiera haya conseguido respuestas.

Hay un momento en el cuál ya no hay felicidad o inocencia posible. Se bifurca el juego y el mundo pasa a ser un emparejamiento de incompatibilidades. Curtis no logra entender como el amor que sentía por su esposa en algún momento ha cesado y ahora ama a otra mujer, no entiende como es que el público desea verlo arriba de un escenario haciendo sus estrambóticos bailes y cantando gravemente aquello que tanto le duele escribir. Y en el medio está la banda, su hija, su manager, la gira, la epilepsia. Hay un momento en el cuál Curtis pierde el control.

Como en el relato de Stevenson, donde el Dr. Jekyll termina asumiendo la coexistencia en un mismo cuerpo de lo que es él y ese otro llamado Mr. Hyde, Curtis no logra resolver ese momento donde se parte al medio y se juzga a sí mismo. La película de Corbijn destraba el complejo existencialista. Curtis no sufre porque pone en jaque su entera existencia a partir del sentido que le da. Curtis multiplica el sentido y en ese camino no logra resolverse a sí mismo. Como Jekyll, Curtis sacrifica a Hyde, no en pos de una existencia, sino por una existencia menos dolorosa.

Data: la mano de Corbijn en la fotografía, la elección de temas para musicalizar la película, la escenas en vivo de la banda, Sam Riley la descose interpretando a Curtis y Samantha Morton hace lo propio con Deborah. Alexandra Maria Lara esta muy buena.