Por Gonzalo Méndez
Urgente, la noticia, y el teléfono suena detrás de un escritorio vacío y ausente. Dos computadoras diseñan sin saber que lo hacen. Dos mujeres con ojos claros absorben el monitor y sus haces de luz. Unos lentes.
El periódico de ayer habla, hoy, de yoga en una casa. Unos rulos leen un artículo, mientras piensan en un pedido y la demora, de esa comida que un día no comerá.
El sueño que llega en un día de cumpleaños negro y de camisas rayadas, mezcladas con la pulcritud de la blancura. No hay nada organizado y el aire acondicionado no funciona.
Urgente, la noticia, y el teléfono suena detrás de un escritorio vacío y ausente. Dos computadoras diseñan sin saber que lo hacen. Dos mujeres con ojos claros absorben el monitor y sus haces de luz. Unos lentes.
El periódico de ayer habla, hoy, de yoga en una casa. Unos rulos leen un artículo, mientras piensan en un pedido y la demora, de esa comida que un día no comerá.
El sueño que llega en un día de cumpleaños negro y de camisas rayadas, mezcladas con la pulcritud de la blancura. No hay nada organizado y el aire acondicionado no funciona.