Por Gonzalo Méndez
Trabajo y la salida. Un nuevo rumbo no habitual. El viento que sopla y despeina los semáforos de la 9 de Julio. Unas gotas imperceptibles, microscópicas, ínfimas, que mojan más, caen desde un cielo gris. Un tema, que comenzó diez horas antes en un reproductor de mp3, aún no termina.
Un encuentro de décadas. Y el tema sigue sonando sordo y mudo en el bolsillo de un pantalón de vestir verde. Unas palabras, un saludo. La canción empieza a sonar, otra vez, estridente en los oídos, mientras una mirada a un lado observa un cantante que maneja.
Plan B, anhelo de satisfacción, de Catupecu, se esfuma, se desvanece en el tiempo que va…
Trabajo y la salida. Un nuevo rumbo no habitual. El viento que sopla y despeina los semáforos de la 9 de Julio. Unas gotas imperceptibles, microscópicas, ínfimas, que mojan más, caen desde un cielo gris. Un tema, que comenzó diez horas antes en un reproductor de mp3, aún no termina.
Un encuentro de décadas. Y el tema sigue sonando sordo y mudo en el bolsillo de un pantalón de vestir verde. Unas palabras, un saludo. La canción empieza a sonar, otra vez, estridente en los oídos, mientras una mirada a un lado observa un cantante que maneja.
Plan B, anhelo de satisfacción, de Catupecu, se esfuma, se desvanece en el tiempo que va…