lunes, 28 de julio de 2008

Noche blanca


Por Gonzalo Méndez

Eran las 4:02 a.m. y me encontraba sentado en un salón blanco, rodeado de gente que dormía. En frente mío, una chica, muy abrigada, cerraba y abría sus ojos constantemente, como queriéndole ganar al sueño. A su lado un chico de muchos rulos apoyaba su desordenada cabeza sobre su dulce hombro. De repente, nuevos rostros llegaron a la cita, se presentaron ante la mujer que estaba detrás del mostrador y luego tomaron asiento. En ese momento una mujer que vestía de blanco me llamó… y me drogó. Desperté, a las horas, en otra sala blanca, pero a media luz y con una aguja en mi brazo izquierdo, la cual representaba el extremo final de un suero. Regresé otra vez al salón de sillas y pisos inmaculados; allí me esperaban las mismas -y otras- personas, que buscaban la luz y la claridad. Me miré y los miré… Me fui, salí a la oscuridad de la noche y al frío de invierno. Reí.