viernes, 24 de octubre de 2008

De estos días


Por Ariel Cappelletti

La señora y el almacenero se hacen eco de las noticias: sus caras denotan la lógica de preocupación. Los canales que cambia el aprendiz de almacenero, aunque hablen diferente, en el fondo dicen lo mismo.

-¡Qué horror!-, exclama la señora, mientras le vomitan descaradamente estadísticas de inseguridad.
-¡Hay que matarlos a todos!-, grita indignadísimo el pequeño (muy pequeño) comerciante; se ha olvidado de la presencia del resto de los presentes en su pequeño local de artículos comestibles.

Me hago el gil...

-¿No te parece nene que tengo razón?- me inquiere el cordero de Dios, disfrazado de intermediario de productos frescos (aunque sospecho que algunos han caducado).
-No-, respondo indiferente. -La muerte vale para la tele sólo si sos un profesional respetable-.

Por supuesto, para el almacenero el comentario no tuvo el peso de una revelación, pero no pudo decir nada; sonrió amable y preguntó: "¿Qué vas a llevar?".