lunes, 10 de marzo de 2008

Promesas del... medio


Por P.E.

Hace menos de dos semanas salió fascinado de la violencia que David Cronenberg le regaló con Promesas del Este (Eastern Promises –2007-). “El título en castellano es confuso; debería llamarse `Deseos desde el Este´”, le dijo a su novia que, en este blog, a todo le contesta que tiene razón.

La violencia del director de “Scanner”, “Crash” o “Una Historia de Violencia” no es gratuita. Cronenberg se encarga de mostrar la violencia proveniente del submundo, ese otro lado del espejo que tan lejano está de la clase media. Nada tiene que ver con el denominado “secuestro express” o el carterista de Constitución (o Retiro, para ser más fieles con los lectores de Malón Literario).

Cronenberg regala una violencia irreconociblemente exquisita. No necesita de golpes bajos para relatarte el tráfico de mujeres para prostituirlas (que amenaza con ser un auge en los medios de comunicación nacionales a partir del estreno de la tira de Telefe “Vidas Robadas”). Es verdad que en Promesas del Este sobra sangre, pero: ¿Quién sabe cómo se maneja la mafia rusa en Londres... o los narcos en la Villa 1.11.14 del bajo Flores?

Viggo Mortensen (el enigmático Nikolai Luzhin) le dice secamente a Naomí Watts (Anna, que sin mucha conciencia queda involucrada con la mafia): “Vuelve adentro –señalándole un local de comidas rápidas-. Ustedes pertenecen allí”. Tal vez la escena pueda pasar desapercibida, pero no existe nada más ilustrativo que esa parte de la película. “Ustedes no entienden la violencia del submundo, ustedes forman parte de la clase media burguesa que necesita de la seguridad del shoping”, pareció decirle Nikolai a la bella rubia.

¿Por qué el relato de Cronenberg impresiona más que una serie de Telefe que trata el mismo tema? Es una pregunta difícil de contestar. Muchos dirán que la televisión almidona (narcotiza, según Adorno). Otros, por su parte, plantearán que tiras masivas como Montecristo (que trataba sobre el tema del robo de bebés durante la última dictadura militar) o la nueva Vidas Robadas sirven para generar conciencia inmediata en la sociedad, que así logra enterarse de temas sensibles que ocurren a su alrededor.

Sin embargo algo es real, la tira televisiva termina, la gente sigue levantándose para ir a la oficina, toma el subte, está ocho horas sentada detrás de un escritorio, vuelve a su casa y mira una serie nueva. La televisión (al igual que el cine) no provoca la militancia (no salgan a decir que "La Hora de los hornos" de Pino Solanas provocó la afiliación política masiva.... todos militaban desde antes).

Una tira como Vidas Robadas o una película mala (no justamente la de Cronenberg) funcionan como disparador para que los medios de comunicación laven sus culpas y escupan palabras para referirse a un tema que, de un día para el otro, forma parte de la agenda mediática.

En los medios no hay redes de prostitución manejadas por jueces de la Nación, comisarios respetados de provincia, gobernantes que pregonan por un país federal, prósperos empresarios y curas de Felices los Niños; en los medios sólo hay redes de prostitución que secuestran mujeres, simplemente mujeres. Nunca mencionan que son mujeres de barrios pobres, que muchas veces son engañadas a partir de su deseo de salir de la miseria.

Esa es la diferencia con Promesas del Este y el cine de Cronenberg. Sus películas nunca van a servir de alimento para los medios. Sus películas no te permiten hablar sólo del tráfico de mujeres. Con él también tenés que hablar de algo que a los medios les da pavor mencionar: la mierda propia del ser humano.