Por Gonzalo Méndez
Un sábado por la tarde. Cuatro amigos que se juntan a charlar sobre música y lo que surja, sobre lo que devenga en el instante. Del otro lado del living, una invitación y una promesa. El tiempo que va pasando y el blues pide a gritos gemir presente. De repente, un celular que suena. Es un mensaje de texto que dice: No llego!. La ausencia entra en escena. B.B. King no hará su show, no aparecerá. Su Lucille, que rescató de entre las llamas mientras dos hombres peleaban por una mujer, no cantará las notas en el piso y al aire. Su voz, que contiene la blue note, no vibrará frente a su gran cuerpo. De todos modos, John Lee Hooker, otro monstruo maestro del blues, toma su lugar, y la música renace una vez más…
Un sábado por la tarde. Cuatro amigos que se juntan a charlar sobre música y lo que surja, sobre lo que devenga en el instante. Del otro lado del living, una invitación y una promesa. El tiempo que va pasando y el blues pide a gritos gemir presente. De repente, un celular que suena. Es un mensaje de texto que dice: No llego!. La ausencia entra en escena. B.B. King no hará su show, no aparecerá. Su Lucille, que rescató de entre las llamas mientras dos hombres peleaban por una mujer, no cantará las notas en el piso y al aire. Su voz, que contiene la blue note, no vibrará frente a su gran cuerpo. De todos modos, John Lee Hooker, otro monstruo maestro del blues, toma su lugar, y la música renace una vez más…