martes, 17 de junio de 2008

La sed no es nada


Por P.E.

¿Qué explicación puede encontrársele al reclamo de la clase media en Capital Federal? Sencillo: los "vecinos" de la Ciudad se sienten identificados con el productor agropecuario. Pero a no equivocarse, ese reflejo no es con el chacarero que se levanta a la madrugada para ordeñar vacas. El porteño se siente identificado con el productor agropecuario que vive en Buenos Aires. Esta falsa identificación de clase ("cagar más alto de lo que da el culo", para que se entienda), es la explicación principal de la protesta de balcón porteña.

La protesta de balcón es el motivo principal de este post. Se tratará de dejar de lado el enfrentamiento maniqueísta Gobierno-Campo Campo-Gobierno. La Cultura de la Queja es la que se pondrá en cuestión. Lo que se vivió anoche en distintos barrios acomodados de la Ciudad es el ejemplo manifiesto de la democracia delegativa: "resuélvanme". El "resuélvanme" aquí no sólo significa "resolveme los problemas", sino que además es "no me gustó tu medida: cacerola"; "no me gustó tu discurso: cacerola"; "no me gustó tu cara: cacerola". La política pareciera ser un instrumento para iluminados.

Ninguna crítica de las cacerolas posmodernas demuestra una voluntad de querer ser parte. Simplemente son sujetos domesticados con las cacerolas a mano, sin propuestas, a la espera de un criador que los satisfaga (al menos un tiempo). No importan los partidos, no importan los nombres, no importan las ideologías. Las cacerolas estarán siempre ahí, no para pedir participación, sino para controlar que se sigan los designios de un sistema policíaco que disciplina modos de conducta, nada más que eso.