miércoles, 3 de octubre de 2007

Palacete (chanchos, gallinas y camaleones)*

Por Ernesto Sábado

El gordito palacete es un bebé de treinta y pico de años, presunto periodista al que vemos cuatro de los cinco días que van de Lunes a Viernes (el día que no lo vemos, no sabemos qué hace), en el mismo programa, a la misma hora y en el mismo canal.

El gordito forma parte de un grupo estable, junto a otros lumbreras de saco y camisa (se olvidaron la corbata), y que además reinvidican la condición profesional que desempeñan, y a la que el gordito palacete dice pertenecer.

Dentro de este reducido grupo, que se atosigan discutiendo, opinando y vacilando acerca del más popular de los deportes, limitándose a los avatares del Torneo superior, no parece haber ninguno que haya pateado una de cuero. De todas formas, respetamos a uno de ellos.

Nuestra atención se centra, en uno de los ignorantes, que para disimular su burda incompetencia y su escasa capacidad para que las palabras que emite (perdón, que vomita), sean parte de aquello que los primitivos griegos (bastante hijos de puta por cierto) denominaron “retórica”, se entretiene en pantalla observado su artefacto tecnológico japonés de última generación, del que no podemos decir nada, porque jamás hemos tenido uno (¿no eran democratizadoras las tecnologías?).

Hace algún tiempo, que no recordamos exactamente, los que estaban pendientes del programa, de forma mas o menos atenta, observaron las negativas características que aquí se le atribuyen al gordito palacete.

Empeñados en su afán de lucro y adulación constante, la onda televisiva para la que nuestro héroe exhibe su sospechoso conocimiento, y presta su jeta regordeta, comenzó una especie de campaña promocional (aquí lo dejamos en manos de los publicistas) en el que “el mejor de todos los tiempos”, llevaba una camiseta celeste y blanca a rayas (nunca mejor dicho, para el caso que nos ocupa) con un 10 en la espalda, y era homenajeado por el canal con diversas proyecciones.

En el mencionado programa los homenajes al “más grande” se repetían constantemente de manera diaria, hasta que el único que respetamos anunció "¡¡¡ Goles de cabeza!!!" Palacete pareció indignarse, y reaccionó cual mula que se niega a entrar en su corral (se empacó). A pesar de la amistad que mantiene con el que hizo los goles de cabeza, exclamó torpemente: "¿¡Cuándo hizo goles de cabeza Maradona!?"

Los cabezazos del 10 eran desde variadas posiciones, efectivos de cualquier manera, a pesar de la escasa estatura del delantero argentino. Goles a equipos italianos, seleccionados nacionales y algunos más... contamos unos 20 goles.

En este caso, el corte comercial (esta vuelta, lo bendecimos) salvó al gordito de un papelón mayor (que de por sí, ya es bastante papelonero), ya que una vez que los expertos volvieron de la pausa olvidaron referirse al singular episodio (o se hicieron los boludos).

Rogamos a Dios y a la Santísima Trinidad, que no se repitan estos lamentables malentendidos que aquejan al Gordito Palacete: típico fruto de la incomunicación que aqueja a cualquier sociedad competitiva ¡¡¡Señor, envía unos rayos de luz a su embotado cerebro!!! Amén.

(*Nota del Poli Editor. Para los que tienen el placer de no mirar TyC Sports, Marcelo Palacios -"el gordo palacete", protagonista de esta columna-, conduce junto a Alejandro Fabbri y Gastón Recondo -y creo que Horacio Pagani- el programa Estudio Fútbol -lunes a viernes, de 13 a 15-... una cagada).