jueves, 19 de julio de 2007

Vineland


Por Patricio Erb

“Discuten como teólogos sobre los motivos de Brock para quererme, por decirle así, congelado. `Fue todo por amor´ , dice uno, y el otro responde `Tonterías, fue un asunto político´. `Un poli rebelde, con su propio programa, profundamente personal´. `Simplemente siguiendo las órdenes de un régimen represivo basado en la muerte´. Y así todo... los oigo bien entradas las rítmicas horas de penumbra, los últimos vestigios de mi guarida de honor, fieles hasta la última cochera, el último rechazo”.

Thomas Pynchon, Vineland. Editorial TusQuets.

Una road movie que jamás se filmó. En mi iniciación con Thomas Pynchon encontré una maravillosa catarata de imágenes que afloran entre las letras. Una ciudad inventada en California: Vineland. Un década: los ochenta. La resaca de un grupo de personas que en los sesenta fue por todo, pero que ahora (en los años de Reagan) se halló con el new age, el relativismo acéfalo posmoderno... el vacío. Una excusa: Prairie, una adolescente de 15 años que sale en busca de su madre (Frenesí), a la que apenas conoció. La joven señorita (un anticipo de la generación X), es la que, incentivada por la curiosidad de averiguar su historia, nos permitirá imaginar los sesentas californianos: sueños de revolución entremezclados con guevarismos de remera; superación capitalista lisérgica subsumida en comunidades hippies masturbatorias; jóvenes idealistas atrapados (de un día para el otro) en programas gubernamentales de “Reeducación Política”.

Pynchon relata a través de la búsqueda de Prairie, que la vida no es el bien o el mal; que no existe lo puro, lo inmaculado; que la historia ocurre en el barro donde inevitablemente las personas se ensucian. El autor muestra la eficacia del aparato burocrático de los Estados Unidos (adaptable a cualquier país) y cómo el Terrorismo de Estado (a través de su accionar represivo), es capaz de corromper las conciencias más radicales, incluso aquellas que estaban lanzadas, tal vez de una manera fundamentalista, por una causa revolucionaria. A pesar de ello, el escritor no señala con el índice. En ningún momento juzga que Frenesi (de alto cargo en una organización radical) tuviera a Brock Vond (agente de inteligencia del gobierno de Nixon) como amante. Bajo ninguna circunstancia el autor del libro critica el posterior enrolamiento en el FBI de la madre de Prairie. Mediante Vineland, Pynchon relata de forma lisérgica, el ir y venir de una era californiana que no puede ser contada linealmente.