“Publico para dejar corregir”, solía decir Borges. Está claro que esta frase no se aplica a la totalidad de los escritores. En principio, porque no todos tienen medios para difundir sus obras; luego, porque muchos publican sin demasiados prejuicios. Así aparece la (vieja nueva) polémica que tuvo como protagonistas a Horacio González (director de la Biblioteca Nacional) y a los defensores de la literatura blog.
González señala que en el blog se disuelve al distancia entre el escritor y el texto. Algo así como que en la web uno es las palabras que escribe. A su vez dispara contra “la falta de responsabilidad pública en la escritura” que derivan de los blogs.
Sería importante volver al principio de este post (“no todos tienen medios para difundir sus obras”). Es una realidad que la mayoría de los escritores no pertenecen a la burocracia literaria que unos pocos ostentan. Ni hablar de la falta de apuestas por nuevas plumas de las grandes editoriales. De esta manera, ¿puede juzgarse livianamente al blog como espacio de escritura?
Es genial la observación de González sobre la disolución entre escritor y texto, sin embargo no puede dejar de verse en el blog un disparador de literatura. También es importante detenerse en otra verdad que plantea el autor de “Perón, reflejos de una lucha”: la falta de responsabilidad pública en la escritura. Aquí, pese a que muchos levantarán el dedo acusador, el blog, como toda publicación, debería mantener una estructura piramidal. No tanto para restringir la producción, sino para evitar al comentarista profesional.
Un aluvión de “moderadores” en Internet generaría más responsabilidad en los “editores” de los sitios digitales. Sería una manera de diferenciar al productor del comentarista. Porque es ahí en realidad donde surge toda esta polémica. Ni González, ni Birmajer pueden estar en contra de Casas y su libro (Ensayos BONSAI), surgido de palabras virtuales, que ahora pueden tocarse.
El problema está en el falso pluralismo que ofrece Internet, en el anonimato patoteril, en la necesidad imperiosa de opinar (sin tomarse siquiera el mínimo laburo de crear un blog –sic-). Sin lugar a dudas hacia ahí están dirigidas las críticas de González, aunque en la columna de Ñ sólo pareciera detenerse de manera genial en realizar un análisis semiótico acerca de los bloggers.
González señala que en el blog se disuelve al distancia entre el escritor y el texto. Algo así como que en la web uno es las palabras que escribe. A su vez dispara contra “la falta de responsabilidad pública en la escritura” que derivan de los blogs.
Sería importante volver al principio de este post (“no todos tienen medios para difundir sus obras”). Es una realidad que la mayoría de los escritores no pertenecen a la burocracia literaria que unos pocos ostentan. Ni hablar de la falta de apuestas por nuevas plumas de las grandes editoriales. De esta manera, ¿puede juzgarse livianamente al blog como espacio de escritura?
Es genial la observación de González sobre la disolución entre escritor y texto, sin embargo no puede dejar de verse en el blog un disparador de literatura. También es importante detenerse en otra verdad que plantea el autor de “Perón, reflejos de una lucha”: la falta de responsabilidad pública en la escritura. Aquí, pese a que muchos levantarán el dedo acusador, el blog, como toda publicación, debería mantener una estructura piramidal. No tanto para restringir la producción, sino para evitar al comentarista profesional.
Un aluvión de “moderadores” en Internet generaría más responsabilidad en los “editores” de los sitios digitales. Sería una manera de diferenciar al productor del comentarista. Porque es ahí en realidad donde surge toda esta polémica. Ni González, ni Birmajer pueden estar en contra de Casas y su libro (Ensayos BONSAI), surgido de palabras virtuales, que ahora pueden tocarse.
El problema está en el falso pluralismo que ofrece Internet, en el anonimato patoteril, en la necesidad imperiosa de opinar (sin tomarse siquiera el mínimo laburo de crear un blog –sic-). Sin lugar a dudas hacia ahí están dirigidas las críticas de González, aunque en la columna de Ñ sólo pareciera detenerse de manera genial en realizar un análisis semiótico acerca de los bloggers.
Sería importante trascender estas críticas, y trabajar en quitarle el trajecito de diario íntimo que lleva puesto el blog. Cómo aprovechar un espacio que permite generar nuevos escritores más allá de los celosos guetos literarios. “Publico para dejar de corregir”. Tengo que ir a laburar, che (ups, tenías razón González).