jueves, 6 de septiembre de 2007

Sólo Clapton


Por Gonzalo Méndez

Cuando uno escucha el segundo disco del Álbum Blanco, aquel que se gestó durante el viaje que Los Beatles realizaron a la India, se encuentra con un tema que inevitablemente nos toca y nos acaricia aquel lugar que nunca podremos describir, que sólo la música o los desamores pueden palpar, allí donde todo se siente con profundidad. Esta canción es “While My Guitar Gently Weeps”, conocida en castellano como “Guitarra Vas a Llorar”.

La tonalidad menor de esta composición de Harrison nos hace ingresar en una atmósfera plagada de emociones y sentimientos. Cuando permanecemos en ella sentimos que a cada lágrima que deviene y cae por el cuerpo de la Gibson Les Paul, le corresponderá otra que deberá recorrer inexorablemente nuestras mejillas. No es posible oír esta canción sin sentir que la melancolía se apodera de nosotros, dejándonos expuestos al más hermoso de los llantos: el de la música, el de la guitarra... el nuestro.

El solo en este tema es sencillamente magistral y nadie mejor para crearlo y luego ejecutarlo que Eric Clapton. Sólo él puede hacer que una simple escala pentatónica transporte directamente una daga de emociones desde las seis cuerdas hasta nuestro ser, daga que es necesaria para que nos reconozcamos nosotros mismos y, por lo tanto, los otros que nos rodean.

Cada vez que Clapton estira una nota se siente que el cuerpo vibra, el pecho estalla y el aire falta. Esa sensación fugaz y que quema, nos devuelve la vida a cada instante y nos sitúa en un mundo del cual somos parte. Ese mundo que tan familiar nos parece pero que tan ajeno y extraño se nos vuelve al mirarlo de cerca. Por eso es que necesitamos que la música, que Clapton, que la guitarra de Harrison, nos hagan menos dolorosa y angustiante la existencia. Así podemos, aunque sea por un instante, sujetarnos de la esperanza.