Por Nicolás Rombo
Ella prefiere estar oculta por detrás de la errónea idealización. A ella le causa satisfacción pasar desapercibida entre el sexo y mi placer. Ella, sin lugar a dudas, disfruta estar entre vos y yo.
Ella, vos y yo. Un ella que vos no podés ver. Un ella que vos no podés escuchar. Un ella que vos no podés sentir aunque hayas sido vos la constructora de su estar.
Ella, vos, yo y tu cintura. Ella, vos, yo y tus labios. Ella, vos, yo y tu estertor. Ella, vos, yo y tu gozar. Ella, cómplice en el silencio que amordaza tu angustia.
Ella, un miedo que envuelve primero tu cuerpo que rompe con tu significación, para después castigar mi ser con su aparición y de esa forma desintegrar mi deseo.
Qué lindo lo pasábamos sin ella. Ella, olvidada entre las piernas y los brazos que se entrelazaban con palabras que, aquí y ahora pensándolo con tranquilidad, pudieron haber sido escritas por ella.
Ella, un miedo que envuelve primero tu cuerpo que rompe con tu significación, para después castigar mi ser con su aparición y de esa forma desintegrar mi deseo.
Qué lindo lo pasábamos sin ella. Ella, olvidada entre las piernas y los brazos que se entrelazaban con palabras que, aquí y ahora pensándolo con tranquilidad, pudieron haber sido escritas por ella.
Ella, la tristeza del placer. Ella, la angustia de la incertidumbre. Ella, la fuerza de la apariencia. Ella, la desilusión.