domingo, 19 de agosto de 2007

My name is Prince


Por Fito Páez* (*Publicado en adncultura; 18/08/07)

Prince es grasa, Prince está démodé, a Prince habría que escucharlo pero no verlo, Prince no debería meterse con el cine. ¿Y qué son esas puestas fastuosas con aros de básquet? ¿Y esa ropa? Se debe de creer Dios, o algo por estilo. Cantidad de opiniones giran en torno a uno de los compositores de excepción de la música pop rock afroamericana, guitarrista, arreglador y cantante, cuya obra ahora atraviesa el nuevo milenio. Es imposible disecar el corazón de un artista de forma plena, pero a través de la vasta obra de Prince podemos rastrear algunas de sus decisiones estéticas y analizar sus influencias.

Cuando el sello Motown ya se encaminaba hacia un final anunciado, y James Brown era quien era pero (años setenta) se veía relegado por la música disco blanca, un pibe con el pelo crespo se iniciaba como técnico asistente en un estudio de grabación del Village, y como pago sólo pedía usar el lugar para empezar a grabar su música. Allí, entre el funk , el soul , la música disco y sus primeros coqueteos con el rock, entre 1978 y 1981 alumbra sus primeros discos (For You , Prince , Dirty Mind y Controversy) todos ellos sin desperdicio, y piedras fundacionales que lo conducen hasta 1999 (1983) y Purple Rain (1984), su gran éxito comercial en el mundo.

Primer aventurero, después de Hendrix, que se lanza a otras aguas o, mejor dicho, va a la conquista de todas las aguas. Así, llama a Michel Colombier para que arregle y ajuste la sección de cuerdas de Purple Rain , la primera gran orquestación blanca contemporánea y no convencional realizada en la producción de un afroamericano. Más tarde, este trabajo tendrá continuidad a través de los arreglos de Clare Fisher, el músico ermitaño que acepta trabajar con Prince por teléfono, y que le envía las partituras desde Los Ángeles. Esto le da una nueva riqueza a la música de Prince, ya que los acordes mayores, menores, aumentados y disminuidos que utiliza el compositor se ven expandidos hacia lugares bien insólitos por Mr. Fisher en canciones como "Christopher Tracy s Parade", track de apertura de Parade , su álbum de 1986.

Entre otras de sus innovaciones en la música pop se encuentra la de eliminar el bajo en una de las canciones más populares de Purple Rain , "When Doves Cry" , idea que compartió con Miles Davis y punto de contacto para iniciar un vínculo que culmina con el pase del bastón de mando, antes de la muerte del gran Miles. La ausencia del bajo le da una libertad total para alterar las tónicas, dominantes y subdominantes, y así instalar un enrarecimiento único en el terreno de la canción popular. Nadie había llegado hasta ahí.

El trabajo de sus baterías también merece un aparte. Prince decide que los ruidos blancos y rosas que traen los sintetizadores posteriores al Minimoog pueden ser empleados como sucedáneos de los sonidos de tambor conocidos hasta el momento, o también en yuxtaposición con este, para así generar un ataque más agresivo, de más alto impacto y, por supuesto, más novedoso. La incorporación de los claps digitales a muchísimo volumen fue otra extravagancia que dejó huellas en los 80 y en los oídos de los sorprendidos escuchas, que perdimos parte de nuestra audición ante cada impacto.

Hay que hablar también de la guitarra, instrumento que usa de una manera que no sólo es original (por la forma en que frasea), sino que también patenta un nuevo tipo de acompañamiento, que reemplaza al piano y aporta una necesaria mugre roquera en Sign ´O the Times (1987). Es necesario volver a escuchar esa gema, y notar la interacción rítmica entre los bombos de la Roland 808 con el bajo sinty y la desolación a la que quedan sometidas la voz y la guitarra cuando el bajo se retira y solo vuelve a entrar en el riff principal. Por último, el ingreso de los toms Simmons y la pandereta, hacia el final del tema, terminan desconcertando al oyente desprevenido, haciéndole perder el pulso original con unos contrapuntos sincopados marcados por la percusión.

Con espíritu investigador, fascinado por las sensaciones extrañas en la música pop, se da el lujo de componer "Raspberry Beret" , canción de una sencillez franciscana. En ella también se permite quitar el bajo mientras hace flotar el tema sobre un violín al borde de la desafinación y unos sonidos de teclados que, sobre un acorde mayor, tocan una escala pentatónica, evitando el tercer grado, mayor y menor. Hagan la prueba, funciona muy bien, está todo en el aire...

Prince es un artista inagotable, dueño de una producción desmesurada. Con mucha autoindulgencia, dicen algunos, y doy por sentado que no conocen a fondo la materia musical. La revolución musical que está poniendo en práctica no conoce límites, y por eso en su nuevo disco, Planet Earth , el tema "Future Baby Mama" es un verdadero desafío para oídos sin otros intereses que los de su propia burbuja. En sus textos no se encuentran discursos filosóficos, ni siquiera consignas políticas, y eso es para agradecer en estos tiempos en los que el estoicismo bajador de línea de los artistas pop da calambres si se lo superpone con ese flujo constante que aumenta sus cuentas bancarias. Lo que vamos a encontrar en Prince es, sí, mucho pop; mucho texto pop. Radiografías de la época y también aquella pose en plan somos-una-banda-de-rock-y-vinimos-a-llevarnos-a-tu-hermana-del-pueblo; declaraciones de amor lacrimógenas que pueden dar risa e insinuaciones sexuales de todo tipo; alabanzas a Dios y sobre todo una afirmación absoluta de la individualidad por sobre los prejuicios y un ejemplo de libertad creativa apabullante, que hoy sigue siendo un estímulo para aquellos interesados en la música.

My name is Prince and I am funky